sábado 06 de julio de 2024 - Edición Nº3026
Primer Argentino » ARGENTINA » 29 nov 2018

Sociedad

Roberto Pettinato y la inutilidad de las dietas en fin de año

Queremos lucir nuestro cuerpo en la playa. ¿Estamos preparados para ello?


Creo que ya es tarde para comenzar una dieta. Esto viene de la antigüedad, cuando no había gordos en verano. Salvo Roma, con demasiadas columnas y sombra, en el resto de los imperios desérticos y/o al aire libre, la gente pesaba no más de 56 kilos y podía correr el doble cuando se les venían las carrozas de Nerón.

Ya nadie hace dieta. Todo es ejercicio. Un amigo me decía: ”Me acuerdo de los '80. La dieta era M&Ms, Mars, alcohol y cocaína. Una lástima que ahora los Mars ya no los encontrás ni en dope”.

Pienso que a cierta edad ya no es bueno intentar cambiar el cuerpo. Nuestros músculos son aquellos que sostienen los que se fueron y lo demás consiste en usar dimmers para bajar la luz y que no te vean de espalda. Y lo más importante: cuando llegás a tu peor estado, en donde los glóbulos blancos superan ya tu ingesta de calorías, bueno, ahí mismo conocer una persona que te ame como estás. ¿Qué podría empeorar de ahí en más? ¿Acaso han mejorado por lo menos los shorts y las bermudas para hombre? No. ¿La gente en la playa es como Nicole a las 22? No. ¿Sabés nadar con elegancia? ¡Menos! ¿Creés que si te bronceás como un leberwurst se te verá más atlético o delgado? ¡¡¡No!!!

 

¡Cuando llega el verano, ni siquiera nos damos cuenta que estamos repitiendo las dietas que ya no nos funcionaron en los últimos cinco febreros!

Y como si fuera poco, el mal humor se esparce por todo el departamento de un ambiente repleto de arena. ¿Y eso por qué sucede? Porque estás tomando inmundos batidos. A la mañana, un batido. Al mediodía, otro batido. A la tarde, el batido-colación. ¡Y a la noche, salir a matar a cualquier persona que tenga comida sobre un plato! Jajaja.

Lo gracioso es que pretendemos que nuestro estómago se reduzca y la panza deje de existir. Y no entendemos que si eso se va, luciremos pellejos como una pelota a la que le pusiste mal el pico y se desinfló en segundos.

Y no es sólo lo que siempre se alega, que vivimos en un mundo de publicidades donde pendejas/os bailan alrededor de una birra en la playa y esperan la noche para encender el fogón. ¡No, señor! Eso no me hace sufrir tanto como ver al príncipe de Emiratos que viene como si nada con su estómago sin correa tapado todo con una blanca túnica que lo hace lucir bien. ¿Lucir bien? ¡No! Siempre lo conocimos así y aquella que lo ame, lo amará tal como lo vio: grande, ultra robusto, con un avión privado de 200 plazas y dueño de lo que está debajo de todo el territorio en donde estás.

Comé más fibra, tomá más agua, nadá dos piletas, no comas de noche, comé como un rey, como un mendigo, como un boludo, como una rata, como un tero... O mira sino las patitas de los teros, qué buen diseño conservan, te diría una madre.

Lo que te angustia es cómo cambian los métodos y las ideas y los componentes.

 

Un día, el salmón era bueno. Al siguiente, graso. Los langostinos ahora te tapan las arterias, la manteca quedó prohibida y mucha fruta te irrita. Una copa por noche era lo mejor para vivir 100 años. ¡Hoy es grasa que se fija como los chicles que usa el gobierno para tapar un nuevo agujero!

Ah, y si querés carne magra, viajá a Barcelona, que tal vez la estén descargando allá.

A cierta edad, repito, ¿de qué sirve que lo intente todo, si mis pechos seguirán cayendo hacia adelante buscando que un chaleco los devuelva al tórax?

Mis rodillas,  ¿qué hago con ellas? Las rodillas: la forma que tuvo Dios de decirnos que no intentemos nada estruendoso. Así que antes de convertirlas en dos turbinas industriales, prefiero conservarlas tal como están. Y a mis pantorrillas, también. Y a las cervicales también, porque la última vez que levanté dos cajas de mudanza nunca más pude mirar hacia la derecha.

La gran pregunta es ¿me desangro de hambre hasta enero o resguardo mi sistema respiratorio, el circulatorio, el nervioso central, el aparato digestivo y el cerebro sin tocarlos, sin exigirles nada y me quedo quieto, absolutamente quieto, en forma y saludable hasta que la muerte me sorprenda? Jajaja.

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