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Primer Argentino » ARGENTINA » 6 ene 2019

Nacionales

Ausencia en Brasil: Macri elige siempre la avenida del medio

A pesar de la importancia crucial de Brasil para la economía nacional, el presidente faltó a la asunción de Bolsonaro para no ser identificado con su locuaz extravagancia ideológica.


La decisión del presidente Mauricio Macri de no concurrir a la asunción de Jair Bolsonaro dio lugar a una insólita, aunque previsible, avalancha de críticas lanzadas desde el periodismo. En su mayor parte la dirigencia política se mantuvo en segundo plano, porque los medios se encargaron de hacerle el trabajo. El año comenzó bajo el signo de un malhumor en los medios cuya real extensión en la sociedad se ignora.

Una de las características más saliente de las críticas fue que provinieron exclusivamente del frente interno. Esto ocurrió, porque el faltazo fue resuelto con la vista puesta en ese frente. Se trató de una cuestión doméstica. Ni bilateral, ni regional. El nuevo gobierno brasileño no va a tomar decisiones que favorezcan o perjudiquen económicamente a la Argentina por la concurrencia o no de su presidente a un acto protocolar en Brasilia. Históricamente Itamaraty ha tomado sus decisiones aplicando niveles más exigentes de racionalidad. Bolsonaro no es Cristina, ni su canciller es Timerman.

Otra de las características centrales de los cuestionamientos a Macri es que estuvieron vinculados con la campaña electoral. A esta altura todo lo está. Por eso los kirchneristas se cuidaron de abrir la boca. Si el presidente hubiera salido en la foto abrazando a Bolsonaro habría sido su oportunidad de calificarlo de fascista.

Esto último fue lo que le anticiparon Jaime Durán Barba y Marcos Peña. Por eso evitó viajar. También le anticiparon que las críticas serían inevitables: sólo quedaba elegir cuáles podían hacerle menos daños. Los kirchneristas tuvieron que guardar silencio, pero fueron rápidamente reemplazados por los ultras presuntamente de derecha que les hacen de espejo y que empezaron a clamar: "Patria mía, dame un presidente como Jair Bolsonaro".

En síntesis, puesto a elegir Macri prefirió una vez más no quedar identificado con la xenofobia, el fundamentalismo religioso, la homofobia, la oposición al feminismo "enragé" y otros "tics" que pasan por ideologías tras la muerte de las ideologías. Optó por algo por lo que Sergio Massa y el resto de la dirigencia no pueden optar porque él ya la ocupó: la ancha avenida del medio.

En ese plano las críticas de los medios también yerran el blanco. Para beneficiarse con la polarización no es sólo necesario agudizarla. También hay que ocupar la tierra de nadie que quedó entre los dos polos. Ese espacio que el kirchnerismo no puede ocupar por su carácter deliberada, militantemente faccioso. Ceder el centro al peronismo "alternativo" constituiría un error electoral peligroso.

La conducta del gobierno en esa materia ha sido invariable. Promover la despenalización del aborto, pero no apoyarla con votos en el Congreso. Ajustar el gasto público, pero aumentar el gasto social. Promover una política de seguridad más dura en la Nación y otra más "garantista" en la ciudad o en la provincia de Buenos Aires. Constantemente una de cal y otra de arena. Habrá que ver el resultado final de esa estrategia en octubre.

La última palabra electoral la tendrá de todas maneras la economía, no la ideología. En ese terreno diciembre cerró sin novedades, lo que es bueno para el gobierno. El dólar sigue bajo control y las metas fiscales se cumplen. El torniquete funcionó por lo que las críticas cambiaron de ángulo. Ahora no son por la inestabilidad, sino por el enfriamiento de la economía. Como con Bolsonaro, los cuestionamientos resultan inevitables.

La evaluación que hacen en la Casa Rosada es, en cambio, muy distinta. Se percibe en el fortalecimiento del ministro Nicolás Dujovne. El desplazamiento de Javier Iguacel en la disputa por las tarifas puso de manifiesto que el ajuste tiene un timonel: el ministro de Hacienda. Su afianzamiento es consecuencia directa de haber parado la corrida del dólar. No por otra razón Domingo Cavallo se convirtió en un superministro. Lo sorprendente de Dujovne es que hasta hace unos meses era comentarista de la televisión.

Otra señal de que las malas noticias diarias que difunden la prensa no erosionan tanto como se podría creer al gobierno es el desconcierto opositor. El peronismo sigue sin hilvanar una propuesta competitiva fuera de Cristina Kirchner. La ex presidenta tiene entre un 25 y un 30% de apoyo popular y su más cercano competidor, Sergio Massa, un 10 o 12%. Ni los medios pueden resucitarlo. Alberto Fernández, que peregrinó por todas las capillas peronistas y volvió a la de la señora, tiene las cosas claras: si quieren volver al poder tendrán que someterse a las condiciones que ella les imponga.

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