viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº2948
Primer Argentino » ARGENTINA » 23 ene 2020

Sociedad

La miopía de que tomar esté bien visto

El crimen de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell debe abrir más de un debate. Uno de ellos, sobre nuestra relación con el alcohol.


TAGS: ALCOHOL, PELIGROS

Es la llamada que los padres rogamos no recibir jamás. Esa, a la madrugada, en la que un amigo de tus hijos te avisa que algo muy malo acaba de pasar. Esa, la que atendieron el sábado a las 6 de la mañana Graciela y Silvino, los padres de Fernando Báez Sosa.

 Como hicimos tantos, ellos deben haber charlado sobre si estaba bien o no que su hijo de 18 años se fuera solo (es decir, con amigos, sin adultos) a la playa. Deben haber charlado sobre eventuales peligros. Del posible descontrol. Deben haber pensado, como hicimos tantos, que bueno, que confiaban en su hijo, que sabría cuidarse.

¿Cómo prever que 10 imbéciles borrachos devendrían asesinos? No hay manera. Ni los propios padres de los chicos detenidos pueden haberlo pensado.

La de Fernando, una de las tantas muertes absurdas que nos toca sufrir en la Argentina, debe abrir más de un debate. Uno de ellos, sobre un gran problema que expuso el crimen: la relación que tenemos con el alcohol.

Pocos números dicen bastante. Según datos de la Sedronar de 2017, el 53% de la población de 16 a 65 años toma bebidas alcohólicas. Seis de cada 10 adolescentes escolarizados beben (en Estados Unidos, no llegan al 20%). Y pese a todo, no hacemos nada, o casi nada: la decisión de este miércoles de Gustavo Barrera, intendente de Villa Gesell, de prohibir el consumo de alcohol en la calle y en la playa, es bienvenida y a la vez tardía.

Las previas están institucionalizadas hace mucho. Los chicos (nuestros hijos) se reúnen en una casa, llevan alcohol y salen más o menos borrachos al boliche a una hora en que los boliches de buena parte del mundo están cerrando. Los grandes cenamos con alcohol y después protestamos si nos detiene un control de tránsito. Basta que alguien diga que no toma para que los demás lo miren como si fuera un enfermo terminal.

En la Argentina, tomar está bien visto.

 

Es cool, viril para los hombres y femenino para las mujeres, sofisticado, da sentido de pertenencia, estatus. O así lo sentimos.

Funcionó y funciona como símbolo de entrada a la adultez. Que te permitan tomar es señal de que creciste. Y empezamos a tomar sin haber crecido.

Ahora bien, hay medidas concretas que se podrían disponer si coincidiéramos en que esto debe cambiar. “Una medida debería ser regular la publicidad, que es excesiva. Por otro lado, países como Estados Unidos tienen prohibida la venta de alcohol a menores de 21, y no de 18, como acá. Otro tema son los lugares de expendio: en el norte de Europa no se puede comprar alcohol en todos lados (supermercados, quioscos), lo que disminuye el consumo”, suma Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández. La restricción publicitaria probó ser exitosa con el cigarrillo.

 

En Australia, un país con problemas con el consumo de alcohol, los mozos deben hacer un curso si quieren estar habilitados para servirlo. Y si ven a un cliente borracho o a punto de estarlo, no le sirven más, porque podrían recibir una multa importante. En Finlandia, donde también vienen bajando las cifras, el alcohol cuesta un 82% más que el promedio del resto de Europa. En Rusia, donde el asunto es grave, la publicidad de bebidas alcohólicas está prohibida.

Acá, el silencio oficial ante el asesinato de Fernando puede tomarse como indicador de la importancia que institucionalmente se le presta al tema. La titular de la Sedronar, Gabriela Torres, advirtió por el consumo de alcohol entre los adolescentes, pero no mucho más. El Instituto Nacional de la Juventud, a cargo de la futbolista de San Lorenzo Macarena Sánchez Jeanney, no emitió palabra. El funcionario de más alto rango que habló fue el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, y se desgració diciendo que el crimen había sido “una desgracia”.

Demasiada liviandad para un problema tan pesado.

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