Si todo sale como lo programaron, y después del trámite legislativo del pasado viernes, el camarista Ernesto Löffler jurará a mediados de diciembre como nuevo integrante del Superior Tribunal de Justicia. Con el dueño del Movimiento Popular Fueguino, también asumirá la segunda vacante, creada con el consenso de toda la clase política, el hasta ahora presidente del Tribunal de Cuentas, el abogado Miguel Longhitano.
 
La llegada de Longhitano al STJ, de la mano del peronismo fueguino, producirá una vacante en el Órgano de Control que sirvió para calmar las expectativas que tenía el legislador Federico Bilota de ser parte del STJ.

Las expectativas de los otros legisladores serán calmadas con tantos cargos en Poder Judicial como sea necesario. Un rumor en la Legislatura, hasta ahora no desmentido, habla de "un cargo para mi hija que está estudiando abogacía".
 
Lo que lo conocen, aseguran que Löffler ya actúa como juez del Superior y que en ese carácter se reunió con personajes del poder judicial y político para agracerles el apoyo recibido.  
 
También comentan que sus días se reparte entre convocar a los integrantes de su futuro equipo, elegir una casa para vivir en Ushuaia, entre las muchas propiedades que tiene su hermano, el legislador Damian Löffler, en la capital fueguina, y mandarles mensajes a los que él considera sus enemigos.   
 
Lo que para el legislador Villegas es "un proyecto de ley histórico por su trascendencia institucional", no es más que el cierre del pacto acordado antes de las elecciones por el MoPoF y el ahora gobernador Gustavo Melella. Votos para llegar a la gobernación a cambio de un lugar en el Superior Tribunal de Justicia para la familia dueña del partido provincial.
 
Así, a Melella se le cayó otra careta, ¿y van? Siempre estuvo de acuerdo con que Ernesto Löffler sea juez del Superior, todo lo que dijo en contrario, fue mentira.
 
Ahora, al Gobernador, solo le queda aplicar la máxima “mi moral no es la de mis ministros”, pero con una ligera modulación para referirse a sus legisladores.

En especial la de Mónica Acosta, de raíces en el Partido Comunista Revolucionario, que terminó votando a la derecha de Villegas y Löffler, demostrando que en Tierra del Fuego el teorema de Baglini es ciencia aplicada.