miércoles 26 de junio de 2024 - Edición Nº3016
Primer Argentino » ARGENTINA » 2 mar 2022

Sociedad

Estupefactos frente a la guerra de Ucrania: ¿No era que el Covid nos iba a hacer mejores?

Según expertos la idea de que el sufrimiento enseña es un mito. Y que todo depende de cómo las sociedades procesan esas situaciones trágicas.


La sensación de que no aprendimos nada de la pandemia sobrevuela las cabezas de millones. Miramos estupefactos las violentas imágenes de guerra en Ucrania bajo cero. ¿No íbamos a salir mejores después de dos años y seis millones de muertos por Covid?

Dos sociólogos investigadores del Conicet hablaron con Clarín del inconcebible tándem pandemia-guerra. Son Verónica Giménez Béliveau, coordinadora del Programa Sociedad, Cultura y Religión del CEIL-Conicet, y Daniel Feierstein, profesor de la UBA y la UNTREF, autor (entre otros) de “Pandemia. Un balance social y político de la crisis del Covid-19”.

Además, un funcionario que muchas veces se esperanzó con que de la pandemia saldríamos superados. Fernán Quirós, ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires.

Refugiados en el frío de Medyka, Polonia, cerca de la frontera con Ucrania, ahora invadida por Rusia. Foto: AFP

Refugiados en el frío de Medyka, Polonia, cerca de la frontera con Ucrania, ahora invadida por Rusia. Foto: AFP

 

La charla partió de una reflexión: en 2020, en los primeros meses del coronavirus, el mundo experimentó memorables escenas de cofradía (“esta la pasamos juntos”, “esta la superamos”), mientras desfilaban las neumonías, los internados, los chicos inflamados, el aplauso a los médicos en la tardecita, la patriada científica por las vacunas, el epitafio diario en el reporte del Covid. Los féretros. Y, con ellos, la conciencia en alza de la finitud humana.

Vamo que podemo” pasó. La lección no se aprendió y los valores fundacionales (no matarás...), esos que debían salvarnos, se diluyeron. La guerra de Ucrania simboliza este concepto.

Pandemia y guerra son, en principio, temas inconexos, pero se sostienen en una dicotomía común: nosotros, los sobrevivientes, versus el mal. Nosotros contra las plagas. O los ingobernables y prepotentes “putines”. O, según como se mire, las polémicas “otanes”.

Albergue y grieta

¿Por qué no salimos mejores de la pandemia?

“Frente a un acontecimiento nuevo que genera miedo y angustia de proporciones planetarias como la pandemia aparece una vuelta a la comunidad, un repliegue identitario. Volver a lo que nos hace bien y nos protege. Estar juntos. Esto es lo que se vio en los meses del aplauso a los médicos”, introdujo Giménez Béliveau.

Sin embargo, “las tensiones que organizan la sociedad siguieron siempre ahí y se vieron con las protestas por la pandemia y la duración de la cuarentena. Es interesante porque esas tensiones se dieron en todo el mundo y de manera similar”.

Así quedó un edificio de Vasylkiv, Ucrania, luego del impacto de un misil ruso. Foto: AFP

Así quedó un edificio de Vasylkiv, Ucrania, luego del impacto de un misil ruso. Foto: AFP

 

Para colmo, “las organizaciones políticas y sociales no pudieran canalizar el descontento, en parte por el fuerte descreimiento en la política”.

De ahí “la sensación de que todo es igual y que la pandemia no nos cambió. Que todo termina tensado en una grieta”.

Mitos

Feierstein abordó el tema desde otro lugar. Habló de "la confusión de pensar que el sufrimiento enseña”.

“Es una primera suposición incorrecta. El sufrimiento puede enseñar si hay un trabajo de elaboración, pero no ocurre de forma automática. Hay infinitos ejemplos históricos y no es cierto que de las tragedias hayan surgido sociedades mejoradas”, sentenció.

Piedras en Plaza de Mayo, en homenaje a las víctimas del Covid. Foto: Fernando de la Orden

Piedras en Plaza de Mayo, en homenaje a las víctimas del Covid. Foto: Fernando de la Orden

 

En cambio, “la capacidad de aprendizaje tiene que ver con qué es lo que una sociedad hace con eso le ocurrió”. Por ejemplo, “en Argentina, con la Dictadura y la impunidad, hubo aprendizajes muy ricos, pero no ocurrió de manera automática. El tema es qué hace un pueblo con el sufrimiento que transita”.

Diálogo de sordos

Desde ese lugar, Quirós señaló que "la pandemia puso de relieve la necesidad de forjar nuevos liderazgos basados en la construcción de ciudadanía y modelos de Gobierno que conecten con el sentir de la sociedad y den prioridad al diálogo".

Estar en la transición de la pandemia hacia la endemia hace que sea "un momento oportuno para reflexionar sobre estos aspectos" y "transicionar a un mundo más justo".

Pero, ¿es posible?

Según el Ministro, la pandemia dejó claro "qué es lo esencial para el bienestar": "Es hora de que los líderes conecten mejor con sus pueblos y dejen la violencia como método de imposición para la resolución de conflictos".

Feierstein destacó con crudeza que, si bien tras los primeros meses de pandemia “podría haber aparecido una forma de elaboración o aprendizaje interesante, en seguida se hizo evidente que no iba a ocurrir. Empezó a dar lo mismo cuántos muertos se acumulaban”.

Pero, entonces, ¿por qué tanta decepción frente a la guerra? ¿De dónde sacamos que la pandemia sería una lección?

La Torre de Babel

La respuesta está en la tradición judeo-cristiana.

La historia de la Torre de Babel (Génesis) es un buen ejemplo. Los humanos, soberbios, intentan edificar una torre tan alta que les permita llegar a la divinidad.

Dios los castiga (los “ubica”) confundiéndoles las lenguas. Impera el caos-sufrimiento, pero finalmente las lenguas, ahora diversas, dan lugar a distintos aprendizajes.

Una voluntaria de ayuda a refugiados sostiene un cartel en contra el presidente ruso, Vladimir Putin, quien ordenó la ocupación de Ucrania. Foto: EFE

Una voluntaria de ayuda a refugiados sostiene un cartel en contra el presidente ruso, Vladimir Putin, quien ordenó la ocupación de Ucrania. Foto: EFE

 

Por un lado, el desafío intelectual para comunicarse con el otro. Además, una gran lección sobre la mesura; el lugar de cada uno, por debajo de Dios y dentro del dominio de su lengua.

En ese relato hay un canje: el castigo-sufrimiento por la lección-aprendizaje. Sin embargo, el duro mundo actual no parece regirse por la lógica transaccional judeocristiana.

No solo no existe tal bondad al final del camino del padecimiento sino que impera la hipocresía. "Muchos discursos focalizan la importancia de la salud para el desarrollo de los pueblos, pero implementan políticas públicas que la dañan severamente", advirtió Quirós.

Balance

Para Giménez Béliveau, "la esperanza de un mundo mejor, de ser mejores, no está desanclada de los procesos sociales. El tema es pensar qué condiciones de la pandemia generaron esperanza y anhelos, y cuáles, desesperanza e ira".

Para Feierstein, ningún aprendizaje ocurre sin cambios de fondo: “Si bien pareció que el virus ponía en riesgo la supervivencia de la especie -no sabíamos qué letalidad tendría y aun hoy desconocemos las secuelas que dejará-, unos meses después quedó claro que no iba a justificar una transformación profunda”.

Las desoladoras imágenes de la invasión de Rusia a Ucrania. Foto: AP

Las desoladoras imágenes de la invasión de Rusia a Ucrania. Foto: AP

 

“Parar el mundo implicaba sostener económicamente enormes mayorías. Era imposible sin un cambio de fondo. Hoy, el balance de Occidente sobre la pandemia es que no hay ninguna tragedia capaz de modificar el paradigma de la desigual distribución de los bienes”, opinó.

La foto de Olivos

¿Somos esto? ¿Una especie que se ve amenazada por un patógeno letal, atraviesa dos años de miedo, pobreza, desigualdad y muerte, y cuando logra asomar la cabeza desata un conflicto bélico de consecuencias, al cierre de esta nota, impredecibles?

Giménez Béliveau desatacó que la lucha por el territorio es una tendencia de las sociedades humanas “desde el neolítico, desde la instalación de la agricultura".

Según describió, "la lucha por el dominio del territorio estuvo siempre presente. Hubo grandes períodos de paz y, luego, períodos de guerra en espacios determinados, pero sociológicamente se puede ver una tendencia de las sociedades humanas sedentarias a luchar por el territorio”.

“Hoy, estos conflictos han estallado en las propias sociedades democráticas”, dijo, en un contexto en que  (encima) “las sociedades contemporáneas están desarrollando fuertes críticas a la democracia”.

Feierstein cree que “somos esto, pero también, lo contrario. Hay que romper con el esencialismo”.

El tema “es la lucha por la hegemonía” y “cuáles son los sentimientos que priman”. Por ejemplo, “si prima el egoísmo, nos ponemos más egoístas”.

El polémico cumpleaños Fabiola Yañez en la quinta de Olivos, en la cuarentena estricta de julio de 2020.

Precisamente, “en la pandemia primó el egoísmo. Fue evidente en que rápidamente se profundizó la grieta y en hechos como el cumpleaños en Olivos. Sectores que habían confiado, aun atravesados por la grieta, se sintieron estafados. Cuando parecía imperar la lógica comunitaria quedó claro que las normas son para los demás”.

Hoy, en medio de una guerra, ¿podría imperar la cooperación en lugar del egoísmo? Feierstein esperanzó con un “sí”: “La cooperación podría primar, pero precisamos verlo, ver que prospere. Si nadie está dispuesto a cooperar, nos gana el egoísmo. Es una batalla cotidiana. Y no es una decisión individual”.

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